TEXTO
VI
“BOY”
Cuando
escuchamos a un negro americano pronunciar el célebre "hey,
man",
lo
interpretamos como el "oye, tío" que tantas veces aparece
en nuestro idioma. Pero el hecho de que ese "man"
sea
más común entre los negros tiene una dolorosa razón de sobra
conocida en los Estados Unidos: no hace tantas décadas que los
blancos utilizaban el "boy"
para
dirigirse a un negro. Ya podía el negro ser un anciano que nunca
abandonaba su categoría de "chico", siéndole negada de
por vida la mayoría de edad. Los negros sustituyeron con el
apelativo "hombre" aquel humillante "chico" al
que tantas veces se vieron obligados a responder. Cierto es que la
corrección política en Estados Unidos ha alcanzado cotas ridículas,
tratando de fiscalizar no ya el habla presente sino la que forma
parte de la historia, como esas correcciones que se le han aplicado
al pobre Mark Twain en Huckleberry
Finn.
Irónico,
siendo como fue Twain un adelantado en la defensa de los derechos de
todos los seres humanos.
El
caso español es curioso. Cuando a un personaje público se le
recrimina su falta de consideración hacia un determinado grupo, este
apela de inmediato a su derecho a hablar a la pata la llana, a no
dejarse llevar por la cursilería de lo correcto. No es capaz de
reconocer que a estas alturas dirigirse en términos discriminatorios
a un ciudadano, sea cual sea su condición, es inadmisible. ¿Es tan
deshonroso pedir disculpas y dejar de marear la perdiz? Celia
Villalobos defendió su derecho a usar la entrañable palabra
"tontitos" para referirse a los discapacitados por tratarse
del habla de la calle. No sé a qué calle se refería, pero sería
deseable que los políticos no la frecuentaran. Yo, que también amo
la calle, dejé hace mucho de oír la odiosa palabra. Desde que
aquellos que fueron tontitos hoy van a la escuela, aprenden oficios y
a menudo aspiran a ganarse la vida.
Elvira
Lindo. El País. 2/3/2011
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